Los estereotipos visuales y las imágenes estereotipadas.

 

Prof. y Lic. Martín M. Acebal

Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.UNL.

 

Introducción

 

            El objetivo de este trabajo es elaborar algunas líneas para el abordaje del concepto de “estereotipo” y para el análisis de lo que comúnmente llamamos “imágenes estereotipadas”. En lo relativo al concepto de “estereotipo”, cualquiera de los presentes podría construir uno propio a partir de la abstracción de sentidos comunes en diferentes usos. Esto es beneficioso y a la vez problemático. Beneficioso porque implica que el trabajo no será tan arduo, ya que no se trata de construir una categoría inexistente, sino tan sólo de precisarla. Y problemático porque implica debatir con las diferentes conceptualizaciones que el término sugiere; pero, más que esto, implica poder dar cuenta de un conjunto (no cerrado) de propuestas visuales que la mayoría puede reconocer como estereotipadas.

 

1. De la propuesta visual al atractor

 

            Para lograr la precisión del concepto de “estereotipo” mencionada debemos acotar la propuesta anterior enunciando los interrogantes que nos interesa responder. Estos pueden formularse provisoriamente de la siguiente manera:

  1. ¿Qué clase de propuestas visuales son las imágenes estereotipadas?
  2. ¿Cómo funciona el proceso mental de reconocimiento de las imágenes estereotipadas que realiza un intérprete?
  3. ¿Qué es un estereotipo?

Las tres preguntas pueden parecen redundantes y de hecho por momentos los serán. El motivo se encuentra en que el abordaje de cada una de ellas nos irá brindando elementos conceptuales e hipótesis de trabajo para el abordaje del interrogante siguiente.

 

 1.1 ¿Qué clase de propuestas visuales son las imágenes estereotipadas?

 

            Tanto en esta instancia como en las posteriores organizaremos la mayoría de nuestros análisis en el marco de los desarrollos teóricos realizados por Magariños de Morentin en su texto “La(s) Semiótica(s) de la imagen visual” (2001). En dicho texto el autor propone pensar en la necesidad de una abordaje específico de las diferentes propuestas visuales posibles, y en los problemas de su estudio indiferenciado. Para tal efecto combina dos enfoques diferentes: por una parte el que brindan las “investigaciones cognitivas”, acerca de los avances en la explicación del procesamiento de las imágenes visuales en la mente / cerebro humano; por otra, el dado por la semiótica peirceana, la cual, como veremos a continuación, permite la clasificación y diferenciación de las propuestas visuales como objetos de conocimiento relativamente independientes.

 

La calidad representativa de la imagen material visual

 

            El primer paso para el estudio de las imágenes estereotipadas, es definir qué entenderemos por “imágenes” y luego qué subgrupo constituyen las “estereotipadas”. Para la definición del término “imagen” (que se constituirá en el objeto de estudio de una semiótica visual) en los términos planteados por Magariños de Morentín, debemos ampliarlo, en principio, a la construcción “imagen visual”. Este primer paso sitúa al objeto en el ámbito de las percepciones visuales, y lo diferenciará de los objetos de las semiótica del habla o de la lengua, así como de otro tipo de semióticas que no sean la visual. En segundo lugar, la “imagen visual”, en tanto objeto de una semiótica debe concebirse como signo, esto significa que se trata de una percepción visual a la cual se le atribuye, en palabras del autor, “la cualidad de suscitar en una mente la posibilidad de que se la considere como sustituyente de otra forma que no es la que se está percibiendo” (2, 2001).

            Enmarcado en el enfoque peirceano, entender a la imagen visual como signo supone pensarla como algo (una propuesta de percepción visual), que está en alguna relación (considerada como representación), por algo (destinada a la configuración de una forma), para alguien (para su valoración por el perceptor)

            Ahora bien, en tanto toda imagen visual que constituye objeto de una semiótica visual está dotada de un soporte físico (tela, papel, pantalla, piedra, etc.), es necesario, para Magariños de Morentin, ampliar nuestra construcción de “imagen visual” a la de “imagen material visual”. Con este último paso, logra el autor precisar el objeto y diferenciar a la “imagen material visual” de las “imágenes perceptuales” (acontecimiento cognitivo evocado directamente por la estimulación de un órgano sensorial), y de las “imágenes mentales” (en tanto representaciones internas que reemplazan a los correspondientes objetos).

            Una imagen material visual es un objeto más del mundo exterior, que se diferencia por su carácter sígnico, esto es, por ser considerada por un eventual perceptor como una representación, destinada a la configuración de una forma, para su valoración. Esto último significa que una propuesta de percepción visual puede analizarse en tres aspectos: como representación, como configuración de una forma diferente de la representada y como objeto de una valoración. Veamos cómo pueden pensarse las imágenes estereotipadas en cada uno de estos tres aspectos.

 

La propuesta de percepción visual como representación visual

 

            Esta primera instancia parece ser la que más comúnmente se desarrolla a la hora de realizar un análisis de una propuesta visual. Veamos las siguientes imágenes:

 

 

            

 

 

            Ninguno de nosotros dudaríamos en afirmar que se trata de representaciones estereotipadas de Ernesto “Che” Guevara. Ahora bien, ¿qué tipo de propuesta de percepción visual realizan con esta representación? La clasificación propuesta por Magariños de Morentin va a depender del tipo de relación de representación que mantiene percepción visual propuesta con aquello sobre lo que opera como sustituto y con lo cual se vincula.

De acuerdo con esto, una imagen material visual plástica es una”propuesta visual cuya única relación de representación se establece respecto de determinadas sensaciones subjetivas” (2001, 4). Dentro de este tipo de propuesta deberíamos incluir a lo que suele denominarse arte no-figurativo, desarrollado durante el siglo XX.

Por otra parte, una imagen material visual figurativa consistirá en una “propuesta visual cuya fundamental relación de representación se establece como sustituto de la imagen perceptual que hubiera sido el resultado, en la retina, de una efectiva percepción o de una percepción posible y aun imposible pero imaginable” (2001, 5). Esta reproducción ficcional de la percepción requiere de la actualización de determinadas cualidades del existente real o imaginario (más adelante desarrollaremos este punto), y la mayor o menor actualización que se realice llevará a la problemática de la iconicidad, en tanto grado de semejanza con la percepción imaginable.

Finalmente,  una imagen material visual conceptual es una “propuesta visual cuya relación de representación consiste en la actualización de los rasgos socialmente asignados para la comunicación de determinadas estructuras y procesos conceptuales o hábitos y valores ideológicos. Para la plena comprensión del carácter representativo de las propuestas no es suficiente, señala el autor, con una experiencia perceptual, como en el caso de las imágenes materiales visuales plásticas, ni la comprensión de su carácter representativo, como en las imágenes materiales visuales figurativas, sino que requiere el conocimiento de determinada convención, ley o norma que regula la representación propuesta. Así, frente a la señalética que indica el baño femenino con una figura femenina, es insuficiente esta identificación puramente figurativa, y se vuelve necesario el conocimiento del código que permite la comprensión del carácter representativo de la propuesta. Sabremos de este modo que no se trata de una representación simplificada de la mujer, sino que responde a un sistema señalético de, al menos, dos elementos que indican la existencia de un baño y el género de los individuos que lo utilizan.

Por supuesto y dependiendo de su grado de complejidad, las propuestas visuales suelen combinar estas clases de imágenes, pero, como también señala Magariños de Morentin, siempre es posible establecer el predominio de una de las clases que definirá, entonces, el carácter plástico, figurativo o conceptual de la propuesta.

            Si volvemos a nuestras imágenes y ensayáramos la clasificación expuesta, creo que acordaríamos en reconocer que se trata imágenes materiales visuales figurativas. No pretenden, al menos predominantemente, vincularse con alguna sensación puramente subjetiva generada por la experiencia perceptual, tampoco demanda de un código, al menos no el tipo de código o ley que regula las señaléticas. En definitiva, funcionando fuera de cualquier sistema, las imágenes materiales visuales pueden comprenderse, esto es, puede identificarse el carácter representativo de la propuesta. ¿Cuál es este carácter? El de proponerse como sustituto de una imagen perceptual que hubiera sido el resultado, en la retina, de una efectiva o imaginable percepción de un objeto, de un existente. Ahora bien, ¿cuál es el objeto cuya percepción estas imágenes pretenden sustituir? En la respuesta a este interrogante reside la complejización que ofrecen las imágenes estereotipadas. Antes de responder veamos otras imágenes:

 

       

 

                

 

            Todas se tratan también de imágenes materiales visuales figurativas. Pero, ¿podemos decir que las imágenes de esta segunda serie pretenden sustituir la percepción del mismo objeto que la serie anterior? De acuerdo con lo planteado hasta el momento la respuesta debería ser afirmativa. Tanto la primera como la segunda serie parecen ser imágenes visuales materiales figurativas y proponen en su relación de representación una sustitución de la posible o imaginable percepción de su objeto, el individuo Ernesto Che Guevara. Por lo que en principio no sería incorrecto señalar en esta instancia que no hay ninguna diferencia, en tanto propuestas visuales, entre las imágenes que componen la primera serie (las que llamamos imágenes estereotipadas) y la segunda.

            Esto no significa que se trata de signos equivalentes; en todo caso se trata de signos pertenecientes a una misma clase. Como señala la semiótica peirceana, un signo nunca representa la totalidad del objeto sino algún aspecto del mismo (está en alguna relación), por lo que cada una de estas imágenes, a pesar de representar a un mismo objeto, constituye un signo diferente. Nos preguntamos, entonces, ¿cuál es el rasgo diferencial de las propuestas estereotipadas? Para responder a este interrogante este nivel parece ser insuficiente y debemos avanzar al siguiente, esto es, pensar a estas propuestas como representaciones destinadas a la configuración de una forma.

 

1.2. La propuesta de percepción visual como representación destinada a la configuración de una forma

 

            El pasaje a esta instancia merece, en principio, dos observaciones: la primera es que permitirá rever las provisorias conclusiones acerca del objeto representado por las imágenes vistas; la segunda es que implica la incorporación del enfoque cognitivo propuesto por Magariños de Morentin como necesario para la elaboración de las semióticas de la imagen visual.

            En el punto anterior presentamos la propuesta clasificatoria que propone el autor para las imágenes visuales, o, para ser más preciso, para las variantes perceptuales propuestas por las diferentes imágenes. Resta ahora precisar no tanto la calidad de la propuesta, no tanto el tipo de relación que establece con lo representado, sino, justamente, qué es lo representado, cuál es la operación mental que demanda cada una de las propuestas vistas y cómo funcionarían las imágenes estereotipadas.

            Dice Magariños de Morentin:

 

“El objeto o fundamento de esta imagen visual (el “por algo” peirceano; 2.228) consiste en aquello que está efectivamente representado por ella. Pero, por una parte, el proceso de tal representación habrá de cumplirse mediante alguna o varias operaciones de reconocimiento puestas en funcionamiento según sea la construcción plástica, figurativa o conceptual que se realice sobre la imagen visual; y, por otra parte, lo que se obtiene como efectivamente representado en tales imágenes no debe confundirse con objeto real alguno.”

Y aclara más adelante:

 “La eficacia configuradora de la imagen material visual, en cuanto resultado de la aplicación de las operaciones de reconocimiento a la propuesta perceptual, tampoco remite a determinadas formas del mundo real, sino a determinadas representaciones mentales, archivadas en la memoria visual, para las que utilizaré el nombre de “atractores”. Este es el ámbito existencial en el que se encuentra el objeto o fundamento de la imagen material visual: la memoria visual.”

 

            En síntesis, en cuanto se aborda la eficacia representativa de una imagen material visual, es necesario considerar las operaciones mentales que dicha representación genera en el proceso de su reconocimiento. El abordaje de dichas operaciones nos orienta hacia el carácter que tendrán los objetos de cualquier representación visual: un carácter mental. El objeto representado por la imagen no es nunca, como señala el autor, un objeto real, sino una representación mental residente en la memoria visual del individuo perceptor. El reconocimiento se realizará cuando el perceptor encuentre y actualice la imagen mental mnémica que ofrezca el mayor grado de semejanza (en el sentido más amplio posible) con la percepción propuesta por la imagen material. Dicha imagen mental es denominada por el autor como “atractor”, y lo define como:

 

“…un conjunto de formas, que, en un momento dado, ya está organizado, con cierta constancia, en una imagen mental (sin que corresponda evaluar lo correcto o incorrecto de tal organización, sino su vigencia o falta de vigencia, dejando lugar a las plurales variaciones culturales), cuya relativa reiteración o constricción psicológica u operación voluntaria de fijación (J.M. Fuster, 1995:101) ocasiona su permanencia en la memoria, y que, por tanto, se encuentra disponible para contrastarse con un determinado conjunto de formas ocasionalmente percibido, permitiendo identificar (o no) a este último como una de sus variantes posibles.” (2001:8)

 

Y en lo específico a un “atractor” de una imagen material visual:

 

“… un conjunto de formas, que, en un momento dado, ya está organizado, con cierta constancia, en una imagen mental almacenada en la memoria visual, la cual se actualiza o no por su correspondencia o falta de correspondencia con la configuración que el perceptor efectúa a partir de dicha imagen material visual propuesta.” (2001:8).

 

            Cada una de las propuestas visuales que hemos clasificado antes (plásticas, figurativas y conceptuales) se diferenciará por la particularidad de actualizar un atractor particular. Así, dirá Magariños de Morentín que una propuesta perceptual cualitativa activa, en la mente de un espectador, un atractor abstractivo, esto es, una sensación perteneciente a una semiosis privada; por su parte, las propuestas perceptuales existenciales activarán un atractor existencial; y las propuestas perceptuales normadas o conceptuales un atractor simbólico. Antes de avanzar en la explicación de estos puntos consideremos la utilidad que nos brindan en el objetivo que nos planteamos para esta ponencia. Dijimos que la indagación podía organizarse a partir de tres interrogantes: ¿Qué clase de propuestas visuales son las imágenes estereotipadas?; ¿Cómo funciona el proceso mental de reconocimiento de las imágenes estereotipadas que realiza un intérprete?; ¿Qué es un estereotipo?. Sobre el primero de estos tres, relativo al tipo de propuesta visual que constituyen las imágenes estereotipadas, hemos elaborado una primera respuesta según la cual este tipo de propuestas no diferían de las figurativas ya que ambas funcionaban como sustituto de una imagen perceptual posible o imaginable. No era posible establecer ninguna diferencia entre la fotografía del Che saboreando un habano y la imagen estereotipada estampada en la remera. Sin embargo con este pasaje a la instancia de la existencialidad podemos rever esa respuesta y preguntarnos si, efectivamente, estas diferentes imágenes pueden pensarse como de un mismo tipo o las estereotipadas ofrecen alguna singularidad.

            La nueva pregunta consistirá, entonces, en la siguiente: ¿Las imágenes estereotipadas y las no-estereotipadas del Che actualizan un mismo atractor, una misma imagen mental? Para resolver esto debemos partir de nuestra primera hipótesis de trabajo, según la cual las representaciones estereotipadas y las no-estereotipadas constituyen propuestas visuales figurativas. Proyectado a este segundo planteo, estos dos tipos de imágenes actualizarían, en tanto propuestas figurativas, un atractor existencial, detengamos, entonces, en este concepto. Dice Magariños:

 

“Si se trata de una selección de elementos perceptuales existenciales, los correspondientes atractores existenciales no están organizados en sistema o sistemas, o sea, no ostentan el carácter de tipos, sino que constituyen imágenes de transformación dinámica, en base a polos diferenciales y espacios intermedios de posibilidad de reconocimiento.” (9:2001)

 

            Esta primera cita nos permite establecer una primera característica de los atractores existenciales: la de no constituir un sistema y no tener el carácter de tipos. Sin embargo, esta característica no es tan relevante como la que señala el carácter dinámico de estos atractores. Sobre esto dirá el autor:

 

“Dinámicamente, el atractor se actualiza en base a las operaciones de reconocimiento que determinarán las marcas, los ejes y los contornos de oclusión, en cuanto componentes perceptuales mediante cuyo agrupamiento interior y/o exterior se irá configurando la forma, hasta que se concrete el atractor.” (9:2001)

 

            No disponemos del tiempo necesario para detenernos en estos tres conceptos de marcas, ejes y contornos de oclusión, digamos tan sólo que son los componentes que el proceso de reconocimiento de una propuesta figurativa identifica para la posterior actualización del atractor. Los más relevante y lo común a estos tres elementos es que ninguno de ellos puede pensarse como rasgos mnémicos estables, discretos y tipificados, sino que constituyen, dice Magariños de Morentin, “zonas de variación identificables en un continuum de transformaciones.” Y “los límites de admisibilidad de tal variación vienen establecidos por la vigencia espacial y/o temporal de los hábitos sociales de percepción (los discursos visuales vigentes).” (10:2001)

 

            Lo anterior significa que los atractores existenciales admiten durante el proceso de reconocimiento (en la identificación de las marcas, los ejes y los contornos de oclusión) una gran variabilidad de las propuestas perceptuales sin que deje de seguir actualizándose el mismo atractor. Esto permite que, frente al dibujo en lápiz de un perro, al óleo que representa a un perro y frente a una fotografía de éste, podamos actualizar un mismo atractor existencial como es la imagen mental del género canino. La variabilidad es tal que aun con grandes diferencias en el recurso tecnológico utilizado para la elaboración de la propuesta y, por ende, aun con grandes diferencias en el grado de semejanza con la percepción posible o imaginada, es factible seguir actualizando un atractor de este tipo.

            Para nuestro estudio, estas apreciaciones sobre el atractor existencial nos permiten rever la clasificación de las imágenes estereotipadas y no-estereotipadas como propuestas perceptuales figurativas. Comencemos por las segundas. Recordemos [rever imágenes de Serie 2] que en esta serie podíamos agrupar tanto fotografías del Ernesto Che Guevara en diferentes actitudes (sonriendo, fumando, pensativo, muerto), así como una representación caricaturesca que lo asociaba al personaje de Cervantes. Las variantes entre estas propuestas no parecen afectar la actualización del atractor existencial, en ningún momento quedan dudas para quien posee en su memoria la imagen mental de Ernesto Che Guevara que las representaciones logran su eficacia con la actualización de dicha imagen.

            Y otro tanto podría decirse de la serie 1, constituida por las imágenes estereotipadas, si no identificáramos un rasgo que las diferencia de la segunda serie. Efectivamente, en un análisis rápido también podría decirse que lo que se está actualizando es la imagen mental del individuo Ernesto Che Guevara; sin embargo, a continuación notamos que, mientras la segunda serie admitía la variabilidad que señala Magariños para las propuestas que actualizan atractores existenciales, las imágenes estereotipadas ofrecen una grado de regularidad mucho mayor, y las posibilidades de una variación en la forma tienen como límite la conservación de su grado de estereotipia. En otras palabras: las imágenes estereotipadas realizan sus variaciones dentro de un grado de regularidad muy superior al de las imágenes puramente figurativas. Esto implica que las imágenes de la primera serie no pueden pensarse, como los hicimos en un comienzo, como propuestas visuales figurativas, porque esto implicaría que su eficacia pasa por la actualización de un atractor existencial cuya variabilidad y amplitud es muy superior a la que admite la propuesta para seguir considerándose estereotipada.

            Una propuesta visual estereotipada como cualquiera de las que constituyen la serie 1 pretende algo diferente de la actualización de un atractor existencial; su eficacia pasa por la activación de una imagen más específica, menos variable o que admite menos variaciones para su actualización. La eficacia de las imágenes estereotipadas del Che no pasa por su carácter figurativo (lo que las emparentaría con las de la serie 2), sino por su vinculación con una imagen mucho más estable y definida, la cual ya no puede ser concebida como un atractor existencial.

Nos preguntamos luego de la falsación: ¿Qué tipo de atractor actualizan las imágenes estereotipadas? Descartemos ya mismo los atractores abstractivos, ya que, como señalamos son aquellos que se actualizan en las propuestas no-figurativas, y que por ende queda afuera de las series de imágenes que estamos trabajando. Revisemos, entonces, el concepto de atractor simbólico. Sobre el mismo, dice Magariños de Morentín:

 

“Estos [los atractores simbólicos] y su sistema pertinente preexisten, como estereotipos preconfigurados, en el ámbito social al que pertenece el intérprete. En estos casos, las propuestas de la imagen material visual tienen una libertad de variación relativamente acotada, debiendo adecuarse a las características con que circulan socialmente tales percepciones (…). Del mismo modo, las configuraciones que puede organizar el perceptor están también sometidas a las características del registro o sistema con que las organiza en su memoria visual, conforme a pautas sociales aprendidas. Este atractor, por tanto, sería una forma canónica que sólo admitiría mínimas posibilidades de variación.” (8:2001)

           

De la anterior cita se obtienen una serie de características de los atractores simbólicos: 1) constituyen estereotipos preconfigurados en el ámbito social al que pertenece el intérprete; 2) Son formas canónicas que admiten mínimas posibilidades de variación; 3) las propuestas materiales visuales que pretendan actualizarlos tienen una libertad de variación relativamente  acotada, deben adecuarse lo más posible a la forma canónica; 4) los atractores simbólicos forman un sistema o sistemas.

            Es interesante que a la hora de estudiar los atractores simbólicos, Magariños de Morentín utilice el término “estereotipos”. Evidentemente el término “estereotipo” remite a una regularidad de la forma, pero lo que aquí comenzamos a reconocer es que tal regularidad en la forma plantea un proceso mental específico y diferente del realizado en el reconocimiento de las imágenes figurativas.

Explicitemos entonces nuestra hipótesis: Las propuestas visuales estereotipadas ectualizan atractores simbólicos. Identificando con esto la diferencia nodular entre el proceso mental de reconocimiento realizado con la serie 1 y con la serie 2 de imágenes del Che Guevara. La mostración de tal hipótesis ya ha sido sugerida. El autor señala que la imagen material visual que actualiza un atractor simbólico tiene una libertad de variación relativamente acotada; algo que nosotros reconocimos en nuestra serie estereotipada. Pero junto con esto el autor señala que las limitaciones se deben a la adecuación a una cierta forma preconfigurada. Nos preguntamos entonces: ¿Cuál es esta forma preconfigurada a la cual deben adecuarse las imágenes estereotipadas del Che y las imágenes estereotipadas en general? Dicha forma preconfigurada constituye la imagen mental de referencia con la cual deberán contrastarse las propuestas visuales estereotipadas para poder ser consideradas como tales y para poder establecer sus grados de estereotipia. En el caso de nuestra serie la forma preconfigurada es la imagen mental que representa la forma simplificada de la célebre fotografía tomada por el fotógrafo cubano Korda a Ernesto “Che” Guevara. Dicha imagen mental constituirá el atractor simbólico que denominaremos “estereotipo”.

 

2. ¿Qué es un estereotipo?

 

            Los planteos realizados nos permiten realizar una revisión de los interrogantes originarios y elaborar algunas respuestas. 

Primero: ¿Qué clase de propuestas visuales son las imágenes estereotipadas? En tanto su eficacia pasa menos por la simulación de una percepción visual posible o imaginable, que por la actualización de una forma preconfigurada con poca libertad de variación, diremos que las imágenes estereotipadas constituyen propuestas materiales visuales conceptuales. El primer rasgo específico de este tipo de propuestas y que las diferencia de las demás propuestas conceptuales es que las imágenes estereotipadas no actualizan rasgos asignados para la comunicación de estructuras, procesos conceptuales o hábitos. Las imágenes estereotipadas, a diferencia de las que constituyen un sistema señalético, no pretenden regular ningún tipo de conducta o hábito, al menos eso no constituye lo inherente a su eficacia. Las imágenes estereotipadas pueden comunicar, claro está, valores ideológicos, pero no necesariamente para la regulación de alguna conducta o comportamiento.    

            Segundo: ¿Cómo funciona el proceso mental de reconocimiento de las imágenes estereotipadas que realiza un intérprete? Las imágenes estereotipadas actualizan un atractor simbólico, esto es, una forma canónica que sólo admite mínimas posibilidades de variación para su activación.

            Tercero: ¿Qué es un estereotipo? Un estereotipo es una imagen mental presente en la memoria del intérprete y que funciona en el proceso de reconocimiento de una propuesta material visual como un atractor simbólico, como una configuración canónica que limita las posibilidades de variación de las imágenes estereotipadas. La mayor o menor similitud al estereotipo establece los grados de estereotipia de una propuesta visual. De este modo logramos elaborar una primera definición coherente dentro del marco teórico propuesto.

El estereotipo no es una propuesta material visual, sino una imagen mental. La relevancia del estereotipo está dada por el hecho de estar disponible en la memoria del intérprete para el reconocimiento de propuestas materiales visuales con grados de estereotipia o, como también son llamadas, estereotipadas.

El estereotipo es una forma canónica que admite mínimas posibilidades de variación, rasgo privativo que lo diferencia de los atractores existenciales. Esta forma canónica puede pensarse, recuperando los planteos de Nally Schnaith sobre códigos, como una “representación ya resuelta”. Y, en efecto, el estereotipo brinda una solución esquemática para la representación de un determinado objeto, en nuestro caso, el rostro de Ernesto Che Guevara. En este sentido, el carácter canónico del estereotipo es más facilitador que coercitivo: para un individuo resulta más sencilla la incorporación de un estereotipo en su memoria visual que un atractor existencial, cuya variabilidad exige el establecimiento de posibilidades que el estereotipo no admite; por lo tanto, la representación estereotipada se constituye en una propuesta con mayor probabilidades de eficacia en su reconocimiento que la planteada por una propuesta figurativa.

Sin embargo, una vez que hemos reconocido al estereotipo como un atractor simbólico y lo hemos diferenciado de los atractores existenciales se nos plantea un problema: ¿existe algún rasgo diferencial del estereotipo que lo diferencie de los demás atractores existenciales? Para esto debemos revisar algunas características de este tipo de atractores que hemos ignorado. La primera de ellas es que el vínculo que se establece entre una propuesta material visual conceptual y un atractor simbólico está regulada por una cierta norma o ley que transforma al atractor en una imagen mental convencionalizada. En este sentido, una imagen señalética responde a un código que establece su correspondencia con determinado atractor simbólico, y descarta la posibilidad de ser reconocido como una propuesta figurativa. Sobre esto señala Magariños de Morentín:

 

“Para llegar a comprenderlo [al carácter representativo de la imagen material visual conceptual] se requiere además y predominantemente el conocimiento  de determinada convención y de aquellas leyes o normas que la actualizan en la configuración propuesta. Esto reafirma el carácter simbólico o “conceptual” de estas imágenes materiales visuales y su dependencia de un determinado sistema interpretativo, temporal y/o espacialmente delimitado.” (6:2001)

           

En lo relativo a la segunda parte de esta cita, no es conveniente caer en el viejo error acerca de la problemática de la semejanza o iconicidad (Eco 1994 [1968]): los atractores simbólicos no son más temporales o culturales que los atractores existenciales, los cuáles, como señala el autor, responden a una cierta vigencia, antes que a una verdad o falsedad. No constituye, considero yo, un rasgo excesivamente diferencial; en todo caso podemos decir que la regulación de los atractores simbólicos está explicitada en un código o norma.

            Sobre este punto, no es objetivo de este trabajo analizar cómo llega a constituirse una imagen en un estereotipo; en todo caso diremos que, desde un corte sincrónico, el vínculo entre una propuesta visual estereotipada y un estereotipo está convencionalizado o, lo que significa lo mismo, que el estereotipo es una imagen mental convencionalizada.

Otro rasgo que presentan los atractores simbólicos, y sobre el que hace hincapié el autor, es el hecho de que constituyen un sistema o sistemas. Esto significa que cualquier atractor simbólico debe pensarse como un elemento constitutivo de un sistema mayor. Aquí reside el rasgo diferencial de los atractores simbólicos que hemos denominado estereotipos: justamente, la eficacia de un estereotipo es, si se quiere, autónoma, individual. El estereotipo no forma parte de un sistema, es un atractor simbólico que funciona aisladamente. Esta característica también refuerza su eficacia, porque su valor (en el sentido saussureano del término) no está determinado por otras imágenes con las que formaría sistema, sino por la convencionalidad que lo asocia y lo actualiza frente a una propuesta material visual conceptual estereotipada.

 

3. Conclusiones

 

            Desde el comienzo de esta ponencia aclaramos que no era nuestro objetivo agotar los diferentes abordajes posibles del estereotipo. Apenas nos hemos detenido en un aspecto del mismo y sin avanzar mucho más allá. Tan sólo pretendimos precisar, desde una determinada perspectiva teórica, un concepto que parece ser muy utilizado, pero siempre de un modo subsidiario, subordinado a la problemática de la iconicidad, subordinado al estudio de las imágenes convencionalizadas, al de los códigos de representación, etc. Todos estos usos ofrecen constantes, pero nunca llegan a ser explicitadas. En algunos casos el estereotipo es abordado menos como una entidad que una cualidad de la imagen visual.

            Esta ponencia pretendió precisar y definir la noción de estereotipo y de imágenes estereotipadas desde una perspectiva precisa: la relativa a las operaciones mentales realizadas en el proceso de reconocimiento de las imágenes materiales visuales, recuperando para ello planteos de la semiótica y las investigaciones cognitivas. Tal planteo ha dejado afuera la problemática de la representación (por ejemplo la relativa a qué propiedades del objeto Ernesto Che Guevara posee una imagen estereotipada, tema trabajado por U. Eco); la de interpretación, entendida como la inscripción de la propuesta visual en algún tipo de semiosis; la genética, que rastrearía el momento en que tal imagen se constituye en un estereotipo dentro de una determinada sociedad; la sociosemiótica que analizaría los valores que comporta la elección de una determinada representación como estereotipo (ejercicio de lo que Pierre Bourdieu llamaba la “violencia simbólica”), etc.

            En el recorte propuesto, las imágenes estereotipadas, analizadas dentro del proceso mental de reconocimiento que realiza un intérprete, son propuestas materiales visuales conceptuales. Esto significa que su eficacia depende de la actualización de un atractor simbólico, esto es, una imagen mental conformada por una forma canónica que admite mínimas posibilidades de variación para su actualización. Dicho atractor simbólico puede denominarse estereotipo, y se diferencia de los demás atractores de su tipo por su carácter aislado y autónomo, no-sistémico, rasgo que acentúa su eficacia al otorgarle un valor –nuevamente en el sentido saussureano del término- estable e independiente.

            Esta concepción del estereotipo permite diferenciar con claridad las imágenes estereotipadas de las imágenes figurativas, y, de este modo, definir las indagaciones sobre estos objetos. Recordemos que de acuerdo con el planteo realizado por Umberto Eco en su texto “La estructura ausente”, las imágenes estereotipadas todavía podían pensarse como signos icónicos y su rasgo distintivo residía en la recuperación de propiedades convencionalizadas del objeto representado (1994 [1968]:196). Sin embargo, con los aportes de las investigaciones cognitivas recuperados por Magariños de Morentín, las imágenes estereotipadas se diferencian de los demás signos icónicos en que su eficacia depende de la actualización en la memora mental del perceptor de una entidad diferente (el atractor simbólico). Esta última característica explica la eficacia en el reconocimiento que ofrece una imagen estereotipada (siempre será más probable la identificación del Che Guevara en una imagen estereotipada, que en una fotografía desconocida, aun con cuando ésta última despliegue mayores recursos tecnológicos para la simulación de la percepción). En efecto, la adquisición de la representación ya resuelta y su inscripción como estereotipo en la memoria visual del perceptor es mucho más sencilla que las variantes que componen a un atractor existencial, el cual en algunos casos nunca parece estar plenamente limitado. Esto constituye la condición cognitiva de posibilidad de lo que Eco denomina la “enervación de la percepción” (1994 [1968]:200), según la cual, dice el autor, “tendemos a las cosas según las han venido representando los signos icónicos”; o lo que nosotros diríamos: tal cual son representados por el estereotipo incorporado a la memoria visual.

            Finalmente, este planteo nos ha permitido diferenciar al estereotipo de las imágenes estereotipadas. Mientras el primero es una entidad mental residente en la memoria visual de un individuo, con rasgos privativos y que la diferencian de otras imágenes mentales (su carácter simbólico no sistémico); las segundas, las imágenes estereotipadas o con grados de estereotipia, son propuestas materiales visuales conceptuales, que se diferencian de las demás propuestas conceptuales por no pertenecer a un sistema ni por depender en su eficacia de la modificación de alguna conducta, hábito, etc.

            El estereotipo del Che no es entonces la fotografía tomada originalmente por Korda, sino su representación simplificada incorporada a la memoria visual de una comunidad. Resta pensar, y con esto finalizaremos, cómo llega a constituirse una propuesta visual en estereotipo, cuáles son los motivos de su elección y cuáles son los valores que dicha elección pretende comunicar. Aunque son preguntas que trascienden nuestro marco teórico, algunas de las conclusiones aquí bosquejadas pueden servir para retroceder en el recorrido semiótico del cual sólo hemos analizado un ínfimo eslabón.