EL LENGUAJE COMO INFORMACION Y VÍNCULO: LAS HISTORIAS DE VIDA.
Mercedes Naraskevicius.[1]
Magariños de Morentín propone a la Semiótica como la disciplina apropiada e ineludible a la hora de dar cuenta de las complejidades de la historia en su construcción discursiva, ideológica y desde la memoria. Acuerdo con su afirmación de que la historia no consiste en una sucesión, cronológicamente ordenada, de acontecimientos, sino en la posibilidad de su enunciación y en la calidad que adquiere en virtud de tal enunciación. En efecto, en toda investigación nos manejamos con enunciados que intentan describir eso que denominamos “la realidad”, enlazar las palabras con las cosas, como decía Michel Foucault. La Historia y la Antropología como disciplinas no son ajenas a esta condición. Ellas también están atravesadas por el lenguaje. Lenguaje que es histórico, no sólo porque habla de un momento dado, sino porque es él mismo portador de los rasgos de ese momento y de esa cultura.
Resulta evidente así, la facultad semiótica que subyace en la construcción del discurso histórico.
Desde una mirada crítica y a partir de conceptos que provienen de ámbitos y autores Diversos como Bourdieu, Braudel, Magariños de Morentín, Menéndez y Virno, intentaré reflexionar sobre los enunciados que construimos los investigadores etnográficos cuando reconstruimos la historia de los sujetos y de los pueblos, enunciados cuyos mecanismos puede explicitar la Semiótica como disciplina.
Los Conceptos Tienen Historia:
Significaciones y resignificaciones teóricas.
Los investigadores en Ciencias Sociales, al generar teorías, acuñamos conceptos, esos conceptos se crean en función de problemas, pero a través de los mismos se articulan, frecuentemente sin saberlo, concepciones derivadas de diferentes teorías.
En un futuro, un concepto puede ser referido a una teoría o a varias, pero si se generó a partir de explicar un problema, lo que ocurrirá será una articulación de teorías expresadas a través del concepto, este fenómeno, según Menéndez es lo que permite que un mismo concepto tenga diferentes significaciones teóricas.
Así para explicar un hecho social o el discurso de un informante traemos a colación “palabras claves” o “predicados” provenientes de la lectura de otros teóricos que permitirán iluminar esas palabras o conceptos traídos a colación. (Menéndez, 1996 a).
De manera tal que a cada sujeto gramatical que usamos se le puede atribuir predicados que le den el sentido que queremos darle.
Es decir, que estamos afirmando que los conceptos son instrumentos en manos de teórico e investigadores.
Vuelve a plantearse la pertinencia de la semiótica para ejercer la vigilancia epistémica de conceptos que se expresan en enunciados tan manipulables, y tan lábiles, ya que sufren en forma permanente las modificaciones que les imprime la historia.
A partir de adherir a esta afirmación digo, que los conceptos no deberían ser considerados como cristalizaciones originales, cuya “pureza” hay que conservar, ya que gran parte de ellos son modificados por los teóricos, por los políticos o por los conjuntos sociales, según sus intereses y el momento histórico social en que se produzca su uso.
Los conceptos se erosionan, se degradan en el devenir de la historia, respecto a las propuestas teóricas iniciales, pero debemos reconocer que este planteo no nos exceptúa de la obligación metodológica de establecer una definición y manejo claro, preciso y específico de los conceptos, por aquellos que los usamos teóricamente.
Además debo señalar que tanto Giddens cómo Habermas, que son exponentes de lo que llamamos teoría de la teoría, tienen extensas reflexiones y producciones teóricas, referentes a este tema, y ellos fueron inspiración al momento de escribir estas reflexiones, que no intentan ser teoría de teoría sino que surgen de la practica cotidiana de producir y utilizar conceptos en el ejercicio de la investigación.
Antropología-Historia y Semiótica.
Existe un recorrido convergente entre las trayectorias de la antropología y de la historia.
Los investigadores de estas disciplinas han intentado conjugar y complementar sus esfuerzos, a pesar de ello, muchas prácticas institucionales siguen separando unos de otros.
En la actualidad muchos antropólogos y etnólogos realizan estudios sobre épocas pasadas, ubicada en medio de ambas tradiciones, la etnohistoria ha desarrollado sus propias maneras de integrar la dimensión temporal al trabajo antropológico.
Los historiadores, buscan orientación en los textos teóricos de la antropología, para potenciar la lectura de los documentos de archivos y realizar interpretaciones de otras fuentes que den cuenta de la dimensión cultural.
Pero hay grandes diferencias en las formas de trabajo entre un historiador y un etnógrafo.
La antropología social nació a partir de una fuerte ruptura epistémica con el estudio de la evolución temporal de los fenómenos sociales, los fundadores descartaron toda documentación existente de los pueblos indios, como los informes elaborados por misioneros y comerciantes, y acordaron como condición indispensable en su trabajo metodológico la obligada estancia prolongada en el campo y el manejo del lenguaje local para la obtención de descripciones y apreciaciones válidas.
Para el historiador, en cambio, son insuficientes las fuentes documentales únicas, como el texto de un cronista, y fundamenta la reconstrucción de los hechos en la comparación cuidadosa de múltiples fuentes documentales distintas, lo cotidiano suele ser lo menos documentado en los procesos sociales de escrituración del acontecer histórico Sin embargo, existen novedosos campos de la historiografía- la historia social, la historia oral y la historia cultural, entre otras- que se acercan a maneras de investigar de los antropólogos. Los historiadores también examinan los registros etnográficos hechos por antropólogos en distintas épocas, atendiendo a las continuidades históricas (Certeau, 1996).
A partir de estas formas de entender el trabajo historiográfico, ha sido posible avanzar en el acercamiento entre ambas disciplinas.
Tanto la antropología como la historia se han provisto de una amplia gama de fuentes: los diarios, las cartas, las actas de procesos judiciales, las autobiografías, las obras artísticas y el registro fotográfico_ que son distintas formas de lenguaje que dan idea de la vida cotidiana en épocas pasadas
La búsqueda de una convergencia real entre historia y etnografía no siempre se ha dado sin contradicciones
Cada disciplina ha buscado en la otra lo que no encontraba en su propia historia. Siguiendo la tradición de los annales, muchos historiadores han mirado hacia la etnografía en busca de estructuras subyacentes para contrarrestar su tendencia hacia lo événementielle (el acontecer) historiadores como Braudel (1966, 1986) Le Roy, LaDurie ( 1979) y Le Goff (1996) buscaron en lo cotidiano y en la vida material aquello que perdura, un sustrato inmutable, de larga duración, bajo el acontecer histórico, esta noción de cultura es cercana a la concepción que expresó Lévi_ Strauss( )
Los antropólogos, en cambio, tienden a buscar en la historia herramientas para recuperar el acontecer y el cambio. durante las últimas décadas han modificado el concepto estático y sistémico de cultura que dominaba la disciplina para descubrir cómo las configuraciones culturales aparentemente inmutables han sido producidas, reproducidas y transformadas bajo condiciones históricas particulares, por actos históricos fechable, buscan devolverles la historia a los “pueblos sin historia” (Wolf,1987).
Al mismo tiempo que los antropólogos reelaboran su concepto básico, el de cultura, en términos más dinámicos e históricos, los historiadores buscan integrar a su disciplina un concepto de cultura que enfatiza estructuras continuas y duraderas.
Mirando desde una disciplina hacia la otra, la antropología procura distinguir discontinuidades históricas, mientras que la historia espera encontrar estructuras que expliquen continuidades fundamentales, sin duda habrá otras maneras de leer los documentos y las evidencias del pasado.
La mirada hacia las historias de vida es un intento de recuperar claves que posibiliten hacer inteligible las posiciones de los sujetos en el presente otorgándole sentido y resignificando su pasado.
De manera tal que la práctica social es un producto de la historia, no supone la existencia del interés transhistórico y universal de la teoría utilitaria, por el contrario el interés es un arbitraje histórico y como tal solo puede ser a través de análisis empírico, es el resultado de un conjunto de disposiciones adquiridas a lo largo de la biografía del sujeto, que se actualizan al momento de la acción y un campo que también es histórico y donde es posible identificar posiciones y relaciones que también se configuran en el tiempo, a su vez la relación entre ambos, campo y habitus, es “naturalmente histórica”, relación construida entre dos modos de existencia de lo social : “la historia objetivada en las cosas en forma de instituciones y la historia encarnada en los cuerpos en forma de disposiciones duraderas, los habitus” (Bourdieu, 1990:70).
Una brecha por donde abrir otro camino?
Desde mi formación como investigadora de la Socio Antropología y desde la Etnografía misma, quisiera dejar planteada algunas preguntas criticas, a manera de brechas que permitan pensar desde otras alternativas teóricas.
Pregunto, si los etnógrafos buscamos en forma permanente legitimar la teoría desde el rigor epistemológico de las Ciencias Sociales y pretendemos ganar este rigor entre otras cuestiones a partir de compartir la lengua del “Otro” o del “Sujeto en estudio”, y de permanecer en su hábitat, en el intento de construir o reconstruir su Historia o la Historia de los pueblos, de la manera mas fiel posible.
Deberíamos preguntaros ¿hasta que punto esta postura de rigor epistémico es posible, desde que tomamos conciencia de que todas nuestras practicas cotidianas y nuestras producciones y por ende la de todos los actores sociales, están atravesadas por el lenguaje?
Esta pregunta nos enfrenta al problema de la semiosis, es decir al hecho de que los significados son, por definición, imprecisos, porque son históricos, mudables, erosionables.
Así también la semiosis del sentido vendría a instalar críticamente la pregunta ¿Hasta dónde los datos que se construyen con la información qué otros nos ofrecen son rigurosos y confiables?
¿Hasta donde podemos pensar que nuestra forma de significar y resignificar esas realidades son fieles a ellas?
¿Nos encontramos ante un replanteo de estrategias? de metodología?.
En fin de un replanteo TEÓRICO y EPISTÉMICO?
BIBLIOGRAFÍA.
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[1] Mercedes Naraskevicius. Profesora titular de la Cátedra “Teoría y Metodología de la Investigación Educativa”
En la Carrera de Lic. y Profesorado en Ciencias de la Educación. FHyCS, UNJu. Jujuy, Argentina.