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Mesa Temática "La construcción semiótica de la historia" HACIA UN
DICCIONARIO HISTORIOGRÁFICO DE LA ARQUEOLOGÍA ARGENTINA Giovanna Winchkler Dra. en Arqueología (UBA) gwinchkler@fibertel.com.ar
www.discurso-arqueologico-argentino.com
Resumen: El estudio de la
historia de una disciplina requiere el estudio de los lenguajes/semiosis con
los que está construida. Buscando cumplir con ello, utilizo dos enfoques
complementarios, que pueden considerarse respectivamente como micro y macro. Desde el enfoque micro,
he tomado, como motivo inicial, determinadas palabras vinculadas a la
designación de la temporalidad, por su relevancia tanto para la
arqueología como para su historiografía. El propósito en este enfoque micro
es estudiarlas en su contexto más inmediato e identificar el tipo de
pensamiento científico que las utilizó. En el enfoque macro me
propongo plantear un recorrido que recupere la producción de la reflexión
científica, en su contexto discursivo, identificando el punto del que parte
cada uno de los autores considerados y siguiendo, de modo comparativo, el
proceso de su desarrollo a través de los distintos párrafos hasta la
conclusión que lleguen a construir. Ello permitirá reconocer los conceptos y
el tipo de razonamiento fundantes de la arqueología argentina y el inicial
desarrollo de su rigor y consistencia. Por el momento esta
doble tarea se limita a una indagación sobre las obras correspondientes a los
primeros 50 años de desarrollo de la arqueología argentina, o sea que tomo en
cuenta los textos publicados desde aproximadamente 1880 hasta 1930. 1. Introducción Este
trabajo es un breve esquema de un objetivo más amplio, en el que me propongo
realizar un estudio historiográfico de la arqueología argentina, desde sus
comienzos, orientado a registrar de qué manera fueron surgiendo y modificándose
aquellos conceptos que hoy conforman el conocimiento de esta ciencia en la
Argentina. Me interesa registrar y mostrar los modos de razonamiento mediante
los cuales los autores fueron hilvanando sus argumentos e identificar la
estructura textual y conceptual de los lenguajes con la que han elaborado
tales razonamientos. Aquí
me voy a referir al primer nivel mencionado en el Resumen, el de las
operaciones conceptuales empleadas por los autores en los trabajos del corpus
seleccionado. Los problemas que ello implica resolver, son los que se
relacionan con la conformación del corpus de textos arqueológicos, con la
metodología de segmentación en unidades que puedan ser analizadas, y con el
criterio de identificación de tales operaciones. Introduzco
en esta oportunidad un nivel intermedio (no especificado en el Resumen
previo), en el cual se tratará de encontrar una primera relación de los enunciados
(Rastier, 1991) que construyan un tipo de pensamiento científico, de tal modo
que se puedan integrar con otros en un razonamiento (Abbagnano, 1963. Ver
entrada “Razonamiento”). Aquí se irán identificando ciertos conectores, que vinculan
las operaciones conceptuales con una expansión mayor, en la que las
estructuras de razonamiento se mostrarán cada vez más complejas. Este nivel
medio es el de la presencia de todas las variantes, las incrustaciones, que
puede haber en esa primera frase (respondería a la pregunta de cuál es el
contexto del que el nivel intermedio constituye una expansión). En el
tercer nivel, el macro, se vería de qué manera se va generando una reflexión
hasta llegar a una conclusión, tomando las relaciones que el nivel intermedio
utiliza en su construcción del texto, lo que configura la argumentación. Todo esto
se hará a partir de la selección de determinados términos clave, lo que le
dará cierto carácter de diccionario, si bien recuperando no sólo la
significación producida en el uso de los términos clave seleccionados, sino
tratando de captar y poniendo en evidencia la lógica del pensamiento histórico
que a partir de ello va construyendo lo arqueológico. 2. La delimitación del corpus: autores y textos Frente
a la idea un tanto desmesurada de tomar en cuenta en este inicio a todos los
autores, desde hoy hasta los comienzos del quehacer arqueológico en el país, he
optado por comenzar delimitando una época y seleccionando algunos trabajos
dentro de ella. Esta delimitación es totalmente provisional y obedece a la
necesidad de ubicar textos y autores que recién después del análisis
pretendido en este trabajo, quedarán vinculados, diferenciados y/o integrados
en lo que pueda considerarse como pensamiento arqueológico argentino. Para
esta ponencia, tal delimitación se restringe aún más: tomé una obra de cada
uno de estos tres autores: Florentino Ameghino (1880), Félix Outes (1905) y
Francisco De Aparicio (1930). Ameghino estudia en esta obra principalmente la
provincia de Buenos Aires; Outes, la Patagonia y De Aparicio, un área
restringida de la provincia de Buenos Aires. Ni la extensión de los trabajos,
ni el contexto de su producción, son homogéneos, ya que Ameghino escribió
esta larga obra originalmente en francés; en ella da cuenta de los resultados
de sus exploraciones e investigaciones en el terreno y propone una gran
antigüedad para el hombre americano; Outes se basa en bibliografía de otros
autores y no en sus propios trabajos de campo, ya que no ha recorrido los
sitios de los que habla en este trabajo y da cuenta en él de aspectos
etnográficos de los pueblos que ubica en lo que llama Patagonia, y De
Aparicio, en cambio, sí ha recorrido el campo que se propuso explorar, palmo
a palmo, observando y describiendo con detalle sus observaciones,
especialmente geomorfológicas en relación con los restos. Sin
embargo, la diferencia de actitudes y de orientación de los textos, es
secundaria, frente a considerarlos generadores de conceptos y argumentaciones
que luego van a estar arqueológicamente disponibles. La
segunda mitad del siglo XIX es clave para el surgimiento de la arqueología en
cuanto campo de conocimiento independiente, en el mundo que en esa época era
referente científico para la Argentina. Geólogos, naturalistas, y
coleccionistas, del así llamado Viejo Mundo, algunos devenidos luego en
arqueólogos, posibilitaron, con su insistencia sobre el significado de las
asociaciones que hallaban entre restos humanos y líticos, y con animales
extinguidos, que las preocupaciones sobre la antigüedad de tales restos y su
asociación con fauna extinta, se independizasen de los dogmas entonces
vigentes y se admitiese la antigüedad del hombre, y por lo tanto, su estudio
como problema (Hurel, 2007; Trigger, 1989). Los
primeros estudiosos del pasado del hombre, en Argentina, tampoco eran
arqueólogos. Su entorno académico, profesional y laboral era variado, pero realizaban
su trabajo en permanente comunicación personal con investigadores de aquellas
otras partes del mundo. Remito para esto último a Podgorny (2009); pese a que
su enfoque es la organización de los museos en el país en ese tiempo,
proporciona una imagen del mundo académico en el que se movían los
arqueólogos locales. En
cuanto a los desarrollos que iba asumiendo la arqueología en el mundo al que
estamos acostumbrados a considerar como fuente de conocimientos científicos
(no es este el lugar para desafiar semejante relación), puede verse, entre
otros, los trabajos de Trigger (1989; hay traducción al castellano: 1992),
Hurel (2007), Renfrew (2008). 3. La segmentación de los textos Es
necesario, en principio, una simple numeración de los parágrafos (entendidos
como punto y aparte) de cada texto del corpus, a los fines de poder manejar
la masa de texto mediante una aplicación de búsqueda y de poder referir luego
el resultado de cada uno de los distintos pasos que se dén en el estudio, al
concreto lugar del texto del corpus de donde se han tomado los registros que
se presentan en cada uno de estos pasos. Pero,
intuitivamente, cada parágrafo es una unidad en la que pueden reconocerse
distintas estructuras en que el autor dice aquello que le da andamiaje a su
razonamiento y permitirá su argumentación. Interesa separar esas distintas estructuras,
que son lo que llamo aquí sus operaciones conceptuales, en unidades mínimas,
en principio, sintácticas, pero que deberán contener un mínimo de
conocimiento arqueológico. Se
emplean por lo habitual en arqueología, una cantidad de términos que sugieren
temporalidad; la intuición (que quizá pruebe no ser correcta) parece indicar que
la arqueología recurre a ellos de una manera central en su reconstrucción de
los mundos que percibe. Es difícil decidir qué términos puede uno atribuir a
un posible encabezamiento llamado “temporalidad”. Es también difícil decidir
cuáles son aquellos términos que en su articulación con el contexto pueden
permitir la recogida de información sobre el razonamiento arqueológico. Y es
difícil decidir cuál es entonces el mínimo contexto concreto en el que los
distintos términos usados por los autores de este corpus, pueden permitir la
interpretación que el razonamiento arqueológico consideraría como un mínimo
semántico. ¿Cuál es el mínimo semántico, en cada caso determinado, de los
encadenamientos de palabras que se puedan considerar, en los distintos casos,
como el mínimo sintáctico determinado a tal efecto? Es decir, ¿cuál es, para
el arqueólogo, un conocimiento mínimo? Presento
aquí un ejemplo de lo que puede ser el desarrollo del resto del proyecto, en
caso de mostrarse fructífera esta aproximación. Consiste
en registrar en el texto de los autores del corpus seleccionado aquellas expresiones
en las que el autor emplea la palabra “ÉPOCA”. Intuitivamente, parecería que
la palabra puede relacionarse de manera fuerte con la historia y con la
producción arqueológica. A partir de la focalización en aquellos usos que
efectivamente así lo hagan, realizaré la segmentación de las unidades de
mínimo sintáctico y semántico arqueológico, en este primer esbozo que luego
tratará de abarcar la terminología básica del pensamiento arqueológico. 4. Concepto de unidad mínima sintáctica y arqueológica En el
primer nivel, el de las operaciones conceptuales, se trata de caracterizar el
uso cognitivo, o sea de construcción del conocimiento (Thagard, 1993) arqueológico,
que pueden identificarse en las expresiones del autor, pero no desde un punto
de vista semántico lingüístico, sino en cuanto unidades que puedan
considerarse como significativas para la arqueología (este sería el mínimo
sintáctico y arqueológico). Desde
la perspectiva metodológica, la presencia en los parágrafos segmentados, del
término en estudio, guiará el registro de estas unidades mínimas, de tal
manera que la frase tendrá que estar completa y en ella deberá haberse enunciado
un concepto. Lo cual implica eliminar las subordinadas, pero recuperando las
anáforas, como para estructurar contextualmente (Houdé et al., 2003; ver
entrada “Contexto y situación”: Mondada, L), un concepto que tenga sentido
arqueológico. Reconozco la absoluta provisionalidad y precariedad de los
enunciados así identificados, pero también el hecho de que permiten explorar
su enraizamiento y necesariedad en la construcción de los razonamientos más
complejos a los que darán lugar. Entender estos últimos requiere haber
identificado a los primeros. Me baso en los estudios de análisis de discurso,
fundamentalmente los desarrollados por Foucault (1969 y 1969) y Van Dijk (1980,
1983, 2004). Tal
será la primera caracterización semántica del término en estudio. Estas,
que llamaría cápsulas de sentido arqueológico, o sea, segmentos que han sido
recortados por su valor cognitivo, ya que se estructuran por alguna bisagra o
coyuntura, o quizá mejor “conector” (dicho provisoriamente), mediante el que
cada autor ha articulado cada uno de sus dichos, según esté, en él,
comparando, conjeturando, realizando inferencias, afirmando algo
categóricamente, etc., son las unidades mínimas sobre las que se basa el
primer nivel al que me refiero en esta ponencia. Los conectores que los
articulan internamente, pueden llamarse desde el punto de vista de este
trabajo, “marcas textuales”. 5. Operaciones conceptuales identificadas y su distribución
temática He
agrupado las unidades mínimas en conjuntos de enunciados que, en principio,
respondan a una misma modalidad de operación conceptual y dentro de cada
conjunto, he diferenciado las variantes que va desarrollando cada autor. Y
aún, realicé una tercera especificación, al agrupar los enunciados
temáticamente, es decir, tratando de responder a la pregunta de qué
operaciones conceptuales utiliza el autor para referirse a qué temas. Ese es
su primer compromiso. Para
diferenciar los enunciados según la operación a la que corresponda cada uno,
utilizo como marcas las que detallo a continuación, bajo los nombres de los
correspondientes grupos de operaciones conceptuales. 1. Citas:
Cuando
el autor utiliza lo dicho por otro/s, ya sea, recortando lo dicho por otro
autor para usarlo (citas textuales), ya sea refiriéndose a los dichos de otro
autor o parafraseándolo (referencias). Las subdivisiones responden, en ambos
casos, a la pregunta ¿a qué se refiere cuando usa los textos de otro autor? 1.1. Citas
textuales: -cuya
marca identificadora son las comillas. 1.2. Referencia
a otros autores (afirmaciones, acuerdos, disensos): -ciertas
preposiciones (“según” o “de”, seguidas por nombre propio o colectivo; por
ejemplo, “según Burmeister”, “Su … ÉPOCA prehistórica tiene”, etc.) -frase
nominal del enunciado, compuesta por uno o más nombres propios, o ciertos pronombres
de referencia genérica (“Burmeister cree que”, “Sauvage prueba que”, “se
tiene por segura su existencia”, etc.) -frase
verbal del enunciado, en la que el autor del texto declara su acuerdo o
disenso con el objeto de la referencia (“creemos, de acuerdo con”, o “Las
ÉPOCAs … de … me parece que”, etc.) 2. Propuestas;
decisiones académicas personales (1a. pers.) -frase
verbal del enunciado, en 1a. persona -singular o plural- (“Empezaremos
nuestro trabajo por”, “no paso en mis investigaciones más allá de”, etc.) -frase
verbal del enunciado, en la que el verbo indica la necesidad o conveniencia
de realizar algo (“debe buscarse en”, “sería indispensable”, etc.) -cuando
el enunciado tiene el objetivo de proporcionar una denominación (“hemos
aceptado el nombre de”, etc.) o aludir a las denominaciones creadas por
otros, incluso etnográficas (como por ejemplo, “se designaban con dos
nombres”) 3. Duda,
incertidumbre -el
enunciado consiste en una pregunta (“¿Cuál es la ÉPOCA a que pertenecen …?”,
etc.) -el
enunciado consiste en la negación no asertiva (uso del subjuntivo, de
adverbios como “seguramente”, que se acercan a la conjetura, declaración
explícita de duda o incertidumbre, etc.) de un aspecto de lo que habla (“no
existen vestigios de que hayan pasado”, “no puede afirmarse que”, etc.) 4. Hipótesis
-en
la frase verbal del enunciado, el autor habla explícitamente del propósito de
probar un enunciado hipotético (“Nuestro principal propósito consiste en
probar que”, “probaremos que”) -el
verbo, “denotar” vincula las dos frases nominales (“[actitud de los
patagones] denota [cualidad de los patagones]”) 5. Conjeturas
Se
suele considerar que la conjetura se relaciona con aquello que puede o no
ocurrir, habiendo probabilidades de que sí ocurra. En los casos que registro
como conjetura, los enunciados no son neutrales, sino que se acercan más a
afirmaciones condicionales. Los casos de “si … entonces … “, no tienen un
fundamento, como puede verse por el uso de los verbos que consideré marcas;
por eso los considero conjetura y no inferencia. -enunciados
de la forma “si [verbo] entonces tiene que …”; “así como [verbo], así también
puede [verbo]”, “admitido que … forzoso es admitir que …”, etc. -uso
condicional del verbo o expresiones que condicionan la efectiva ocurrencia
del evento mencionado (“debió haber”, “debe estimarse como”, “debía”, “pudo
ser”, “puede considerarse como”, “es indudable que”, “según parece”, “quizá
comenzaron a”, “remontaría a”, etc.). -preguntas
con negación (“¿cuántos casos no habrán tenido lugar?”) -alusión
a posibles pruebas (“siempre habría suficientes pruebas de”, “esto por sí
solo es una prueba de”, “para que … es preciso admitir que”, “… induce a
suponer que”, etc.) -expresiones
que indicarían duda, pero en el contexto afirman la posibilidad de un
conocimiento (“parece que”, “quizá”, “probablemente”, etc.) -uso
de ciertos adverbios (que pretenden reforzar lo que dice el autor, y sin
embargo, indican la calidad conjetural de sus dichos: evidentemente,
forzosamente, indudablemente, seguramente, como en “seguramente corresponden
a”, o “pertenecen evidentemente a”, etc.) 6. Inferencias
En
cuanto paso de un conjunto de proposiciones a otro (de las premisas a las
conclusiones), se cumple en estos casos: -el
enunciado se compone de frases verbales, conectadas por verbos (como “permite
establecer”, “prueba que”, “es claro que”, etc.), o conjunciones (como “pues”). 7. Comparaciones,
diferencias y semejanzas Consideré
bajo este nombre, aquellas operaciones que ponen ciertos elementos en relación
de igualdad/desigualdad, o de similitud/diferencia, la que en los enunciados
se construye de diferentes maneras. -están
marcadas por ciertas expresiones y por signos de puntuación, como por
ejemplo, la coma (“mientras”, “en América ..., en Europa …”, etc.); por
expresiones que indican igualdad (“del mismo modo”, “mismo que”, “como”,
“tan”, “igual”, etc.) o desigualdad (“mayor que”, “más … que”, “mejor”, etc.);
similitud (“se parece a”, etc.) o diferencia (“difiere de”, etc.) 8. Registro
de información, datos Los
elementos de este grupo tienen una variedad de marcadores, que no voy a
repetir aquí; puede consultarse en la clasificación de grupos bajo cada autor,
donde están subrayados. La característica de estos enunciados es que no son
coherentes con ninguno de los grupos anteriores. En ellos, el autor afirma un
hecho o un proceso, de manera asertiva: hay tal cosa, ocurrió tal cosa. No cita
ni se refiere a terceros, no duda, no denomina, no produce hipótesis, no
conjetura, no infiere, no compara; algunos enunciados en primera persona no
constituyen indicaciones, ni opiniones. La presentación de la información, su
transformación en dato y la simple afirmación de procesos ocurridos en el
pasado, son operaciones corrientes en la arqueología de esta época. 6. Conclusiones provisorias Las
primeras conclusiones, apenas esbozadas, de modo muy provisional, que me es
posible mostrar en esta instancia inicial, son estos agrupamientos de las
operaciones conceptuales y las distintas subdivisiones internas. Hay
una operación que he podido registrar en estos textos pese a cierta duda por
mi parte, al menos en las unidades que constituyen los contextos de la
palabra buscada (ÉPOCA): la clasificación. Algunos de los enunciados
registrados aquí podrían sin embargo corresponder en un sentido laxo a un
intento de clasificación, pero si consideramos que clasificar es una
operación por la que se ponen en relación conceptos de manera ordenada, tal
que resulte de ello algo similar a un sistema, entonces no tenemos aquí más
que las primeras correlaciones temporales, las primeras relaciones entre
cronologías, aisladas, que en general son atribuidas por los autores mediante
consultas bibliográficas y comparaciones resultantes de ello, o bien mediante
las ya presentadas hipótesis, conjeturas, inferencias y comparaciones (Bunge,
1973). Esta
somera descripción de las formas de enunciados que he usado en la construcción
de los grupos, ni es exhaustiva, ni es la única posible; mi objetivo al
incluirla es mostrar cómo organicé esos grupos, tratando, en ello, de
balancear lo factible con lo productivo y de ir buscando criterios que se
irán consolidando posteriormente. Tampoco
he planteado estos conjuntos de enunciados a partir de un objetivo
clasificador. Constituyen, meramente, el registro de las expresiones
textuales construidas por los autores como partes de sus estrategias
enunciativas y muestran la identificación que realizo, de ciertas semejanzas
y diferencias, que he tratado de ordenar, bajo los encabezados que considero
que indican el sentido de tales agrupamientos. Con esto se esboza una lectura
crítica que sin poner en cuestión los conceptos usados por los autores, evidencia
analíticamente, en todo caso, la lógica y el rigor o la carencia de ambos,
con que los fueron vinculando. En cuanto análisis metodológico, se trata de
manifestar los pasos seguidos por los autores, para poder luego contraponerlos
entre sí, y llegar a evaluar en una instancia posterior su aporte a la
construcción de la disciplina arqueológica. A la
manera de un trabajo de campo arqueológico, traté de identificar objetos y
sus relaciones, es decir, los fragmentos de texto de los autores y las
relaciones entre estos fragmentos; de pasarles el cepillo para que quede
expuesto aquello que considero que puede permitir su estudio -en este caso, a
través de su segmentación. Puede decirse que semeja, en verdad, una especie
de arqueología de campo, usada como una de las estrategias de esta
historiografía de la arqueología, que estoy intentando realizar. 7. Bibliografía del corpus Ameghino, F. (1880/1918). La
antigüedad del hombre en el Plata. Parte 1a. Ed. La Cultura Argentina. Buenos
Aires. De Aparicio, F. (1932).
“Contribución al estudio de la arqueología del litoral atlántico de la
provincia de Buenos Aires”, Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de la
República Argentina, XXXII, entrega I y II. Córdoba. Outes, F. (1905). “La
edad de la piedra en Patagonia. Estudio de arqueología comparada”, Anales del
Museo Nacional de Buenos Aires, XII (Ser. 3a., T.5): 203-575. 8. Bibliografía citada Abbagnano, Nicola (1963). Diccionario
de filosofía. México: Fondo de Cultura Económica. Bunge, Mario (1973). La
investigación científica. Su estrategia y su filosofía. Barcelona: Ed.
Ariel. Foucault, Michel (1969). L´archéologie
du savoir. Paris: Gallimard (en castellano: La arqueología del
saber. México: Siglo XXI, 1972) Foucault, Michel (1969). Las palabras y las cosas. México: Siglo XXI. Houdé, Olivier, Daniel Kayser, Olivier Koenig, Joëlle Proust, François
Rastier (2003). Diccionario de ciencias cognitivas. Buenos
Aires: Amorrortu editores S.A. Hurel, Arnaud (2007). La France préhistorienne de 1789 à 1941. Paris:
CNRS. Podgorny, I. Vitrinas y administración. Los criterios de organización
de las colecciones antropológicas del Museo de La Plata entre 1897 y 1930
ww.bbk.ac.uk/ibamuseum/texts/Podgorny01.htm (consultado en setiembre, 2009) Rastier, François (1991). Sémantique
et recherches cognitives. Paris: PUF. Renfrew, C. (2008). Prehistory. The making of the Human Mind. Nueva
York: The Modern Library. Thagard, Paul (1993). Computational
Philosophy of Science. Cambridge, Massachusetts: The MIT Press. Trigger, Bruce (1989). A History of Archaeological Thought. UK:
Cambridge University Press (en castellano: Historia del pensamiento
arqueológico. Barcelona: Ed.
Crítica, 1992) Van Dijk (1980). Texto y contexto. Madrid: Cátedra. Van Dijk, Teun (1983). La ciencia del texto. Barcelona: Paidos. Van Dijk, Teun (2004). Ideology and Discourse Analysis. Barcelona:
Universitat Pompeu Fabra. |